La Esencia Humana de la Casa
Abstract
El lugar de asentamiento es el centro de nuestra existencia. Es simbolizado en el imaginario colectivo como el fuego y la casa que lo alberga. A partir de este enclave, la casa se expande al entorno, a la naturaleza. Una naturaleza que también remite al Paraíso, el lugar en el que todo estaba al alcance de la mano, sin necesidad de esfuerzo, confortable, incluso sin necesidad de un cobijo, sin necesidad de una casa. La tranquilidad que ofrece la naturaleza es adecuada para descansar mentalmente, para reflexionar, por lo que encontramos casas abiertas a la naturaleza que sirven de refugio a sus habitantes cuando anhelan este retiro.
Tratando el confort, además de la comodidad física, la casa de un solo espacio, germen de la casa de espacios diferenciados, ofrece un espacio multifuncional, flexible a las necesidades del habitante. Así, no limitando las acciones que en ella se pueden realizar, la casa sencilla y sobria estimula nuestros sentidos. Además, esta reducción de dimensiones y prestaciones puede ser un camino para alcanzar el ideal de la vida independiente, autárquica.
La casa de barro y la casa de cristal surgen de la tierra, por lo que también simbolizan, desde un punto de vista metafórico, la pertenencia al lugar. Revelan los ciclos solares y las estaciones, estableciendo un vínculo estrecho entre el habitante y el entorno. La casa inundada de luz solar desaparece, situando al ser humano ante su esencia eterna y la necesidad de permanencia.
El paso del tiempo, los ciclos naturales así como nuestro limitado tiempo, son temas recurrentes, inherentes al ser humano, eternos. La casa puede definir nuestra forma de pertenecer a la tierra, nuestra propia esencia. De esta forma, el tema de la casa retorna como garantía de renovación y no sólo como símbolo del pasado, sino como guía para el futuro.