Luca Giordano, una serie y cuatro historias del rey Salomón. La imagen del poder en Carlos II
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Date
2020-05-25Author
Perez Iñiguez de Heredia, Inmaculada
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Luca Giordano, pintor napolitano que desarrolló parte de su trayectoria artística en España, es uno de los grandes maestros de la segunda mitad del siglo XVII. La serie de pinturas al óleo sobre asuntos bíblicos, que realizó por orden de Carlos II a su vuelta de El Escorial para decorar una de las dependencias civiles de la ermita de San Juan del Buen Retiro, constituye uno de los ciclos más destacados que el napolitano desplegó en nuestro país. En esta serie, repartida hoy día entre el Casón del Buen Retiro, el Palacio Real de Madrid y el Palacio Real de Aranjuez, se dan cita unas extraordinarias pinturas desde el punto de vista estilístico y con posibilidades de establecer un importante programa iconográfico. En este estudio analizaremos cuatro de los catorce lienzos que integran el conjunto, en concreto los que repiten los temas ya presentados por Giordano en una de las bóvedas de la Basílica de El Escorial, esto es, Salomón ungido rey, Salomón y la reina de Saba, El sueño de Salomón y, fundamentalmente, El juicio de Salomón, el cual reúne una serie de factores que lo hacen especial: la fuerza expresiva, la emotividad del tema y el original estilo, un estilo barroco de puro movimiento, luminoso y vibrante con el que Giordano renovó la pintura madrileña de su tiempo e influyó en el arte hispano posterior hasta bien entrado el siglo XVIII. Pero no solo estas cualidades hacen de este lienzo una obra excepcional, sino también el contenido retórico de su iconografía, mostrando, a través del justo, sabio y prudente rey Salomón, la capacidad que Giordano tenía para exaltar las virtudes de los gobernantes y enaltecer su imagen oficial en una época en la que la clientela, en este caso la Casa de Austria, va a utilizar el arte con fines propagandísticos. Un segundo ciclo con los mismos temas encargado por Felipe V a Giordano para decorar la Capilla Real del Alcázar (desaparecida) y unos tapices que Fernando VI solicitó en 1756 a la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara para ornamentar el Palacio Real de Madrid son la muestra del éxito que esta serie adquirió, éxito que alcanzó la segunda mitad del siglo XVIII, varios años después de la muerte del napolitano.