Prestigio, devoción y triunfo sobre la muerte en el último tercio del siglo XVI. El monumento funerario de Andrés de Barrón y Catalina de Pinedo.
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Date
2020-11-24Author
Fortún Ayllón, Alex
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El arte sepulcral supuso una gran preocupación para el noble español del siglo XVI, ya que a través de su monumento funerario reflejaba, por un lado, el camino apropiado para asegurar la salvación de su alma, y por otro, las riquezas y el poder que poseía. En nuestro caso, el estamento nobiliario está encarnado en la familia de los Barrón y Pinedo, una de las más importantes de la Miranda de Ebro de finales de siglo. Andrés de Barrón ocupó cargos en el concejo municipal muy bien remunerados, consiguiendo acumular la suficiente riqueza como para poder financiar una capilla en la iglesia de Santa María de Altamira de esa villa.
La capilla de San Andrés, llevada a cabo entre 1587 y 1588, acoge el monumento funerario manierista del matrimonio formado por Andrés de Barrón y Catalina de Pinedo con sus bultos funerarios genuflexos y orantes. La arquitectura fue obra del cantero Juan Alonso de Rivas, y los bultos del escultor romanista Bartolomé de Angulo. La capilla también tuvo un retablo romanista con la talla de San Andrés, obra de Diego de Marquina, y una reja forjada por Domingo de Hubidia, de lo que solamente pervive la talla.
La capilla en su conjunto es un ejemplo significativo de arte funerario renacentista llevado a cabo en una época de cambios religiosos a raíz del Concilio de Trento, un legado con el que Andrés de Barrón y Catalina de Pinedo muestran su fama, su poder y su triunfo sobre la muerte. Los bultos orantes se presentan en adoración perpetua a la Eucaristía mientras esperan confiados en la resurrección. Esta tipología, de gran tradición desde el siglo XV, debe su éxito definitivo a los sepulcros reales de El Escorial.