Des ouvertures soumises au tropisme de la femme dans les fabliaux des XIIème et XIIIème siècles
Laburpena
A inicios del siglo XIII cobra fuerza un nuevo tipo de literatura escrita, los fabliaux, un género surgido a finales del siglo XII que abarca diversos niveles de cultura y diferentes temas, y que, de manera voluntaria o no, pretende ser amable, humorístico y de intriga rápida. Joseph Bédier (Bédier, 1891) los definió como « breves cuentos humorístico en verso », y no se equivocó ; de hecho, los fabliaux son un claro reflejo de dicha idea, al tiempo que encierran, de forma latente, una importante riqueza histórica que se va desvelando a través de los tópicos del género.Los fabliaux intentan recoger la vida cotidiana de una época que los troveros « adornan » con personajes existentes ya desde la época de San Luis, como los tres estados- los que rezan, los que trabajan y los que combaten-, sin olvidar la emergencia de una cierta clase burguesa, omnipresente en este género.Todos estos personajes masculinos, que raramente se distancian del estereotipo al que los confinan los fabliaux, se consagran al tropismo de la mujer en un espacio jalonado de aberturas, con frecuencia femeninas, empezando por la del hogar.En el imaginario occidental la casa, el hogar, ha sido siempre un espacio femenino, un universo al que la mujer se ve abocada, con frecuencia al margen de su voluntad, y en el que reina y se desenvuelve con total naturalidad. El hogar, la casa es el centro de los fabliaux. Abrir o cerrar la puerta que da acceso a ella constituye el punto de inflexión de un gran número de las aventuras de estos cuentos. Constituye la única salida que comunica con el exterior, y permite descubrir otras aberturas que habitan las villas de una laberíntica Edad Media. Junto a la puerta se encuentra la ventana, que también permite unir el espacio íntimo del hogar con el espacio abierto del mundo. Se trata de dos aberturas esencialmente femeninas que permiten a los elementos exteriores-todas las figuras masculinas- penetrar en el universo femenino, para poder así abrir otras puertas que compartimentan el hogar.Las aberturas van encajando unas con otras hasta llegar a la última puerta, el sexo de la mujer. Ese elemento es el símbolo de la discordancia en parejas que en muchas ocasiones se basan en una gran diferencia de edad y en criterios en los que no se toman en cuenta los sentimientos. La consecuencia es que ese sexo, ávido de placer, busca su consagración en el placer adúltero. La se convierte así en el motor de las acciones de los personajes masculinos que reaccionan a su tropismo en función de su propia condición. El marido, que intenta en vano canalizar la sexualidad de la esposa sin conseguir satisfacerla, conoce bien el riesgo que corre frente a ese sexo indomable. El amante, por su parte, beberá del manatial femenino que, al igual que él, busca el placer del acto sexual dejando de lado, durante el breve lapsus de una cópula, todo yugo social. Es por tanto abrirse a ese otro gozo (Lacan, 2001 :46) lo que desencadena la trama de la aventura en la mayoría de los fabliaux. El adulterio es por tanto el motor de otra lógica que proviene directamente del placer y no de un acuerdo social, de un contrato matrimonial.Los fabliaux que analizaremos son sobradamente conocidos por los especialistas. Sin embargo, nuestra perspectiva respecto a un elemento diegético hasta el momento desechado- la puerta en tanto que abertura- permitirá que nos acerquemos de una manera diferente a la relación entre hombres y mujeres en los fabliaux, llevándonos a una visión más simbólica y sobre todo más femenista de esta producción literaria única en nuestra cultura occidental, incluyendo la cotemporánea, en la que estas narraciones siguen sorprendiendo por su modernidad y su capacidad de convertirse en objeto de nuevas lecturas.