dc.description.abstract | Desde finales del siglo XVIII había empezado a propagarse en España el moderno concepto de opinión pública, entendida como la potestad que la sociedad tiene para juzgar públicamente los asuntos de gobierno sometiéndolos a crítica racional. Para combatir el nuevo concepto, el tradicionalismo español seguirá una doble estrategia: por un lado, impugna la idea de opinión pública, y, por otro, trata de sustituirla por una alternativa nacionalista y populista ( "la verdadera opinión pública "). La razón, preconizada por los liberales como instrumento al servicio de la opinión, sólo conduciría según este discurso al error y a la desunión entre los españoles; debe ceder ante la religión, que es, en mayor grado que la monarquía, el principal lazo de unión espiritual entre los españoles. Pero, además, la "verdadera opinión pública " está depositada en el "verdadero pueblo español " (Balmes), pueblo católico, castizo y misoneísta, conservador de la tradición y de la esencia nacional, hostil al liberalismo e incluso radicalmente ajeno a la política, pueblo pasivo, pero siempre obediente a las instrucciones de su clero. Se fue formando así el mito nacionalista de una "verdadera España ", tradicional, absolutista y católica, frente a la anti-España ilustrada, extranjerizante y liberal. | |