dc.description.abstract | Julián Marías (1914-2005) es heredero de la filosofía de Ortega y hace uso de la metafísica de su maestro, entendida esta como camino hacia la realidad misma, como método, como una forma de hacer filosofía. Cuando Marías hace indagación metafísica lo hace gracias a la razón vital, porque esta se pone en juego cada vez que la persona ha de encontrar la certidumbre radical, dentro de su propia vida, para saber a qué atenerse; y cada vez que tal certidumbre se convierte en incertidumbre, debe la persona -con su razón vital- encontrar una nueva certeza sobre la cual apoyarse y desde la cual vivir. Así se descubre que la realidad radical sobre la que todas las demás realidades -patentes y latentes- radican es la vida, la de cada uno -su vida, mi vida-. Mediante análisis metafísico llegamos a determinar la estructura analítica de la vida humana, que puede condensarse en la fórmula orteguiana ¿yo soy yo y mi circunstancia¿. Marías, con su antropología metafísica accede al hombre como realidad radicada en la realidad radical. Y permite elevar a teoría la circunstancialidad del hombre, mostrando al mundo el eslabón perdido entre la estructura analítica de la vida humana y el hombre concreto de carne y hueso y mundo: es lo que Marías denominó estructura empírica de la vida humana.Debido a la instalación mundano-corpórea del hombre, se hace patente la constitución circunstancial deeste, pero también se entrevé el atisbo de la realidad personal que posee, como ese alguien -lo latente- que cada persona -no reducida a su corporalidad- también es. Por otra parte, la condición sexuada tipifica la disyunción varón-mujer, con su polaridad y su reciprocidad mutuas. Marías establece así una antropología dual: se es varón o se es mujer; hay dos modos de ser persona. Hay, por tanto, razón vital masculina y razón vital femenina. Además, desde su instalación personal el hombre se proyecta vectorialmente hacia el futuro -anticipándolo- y puede desplegar su vocación.La persona es un alguien corporal, esa extraña condensación de temporalidad -de pasado, presente y futuro; de realidad e irrealidad- que se actualiza, por lo que se corresponde con la máxima innovación de realidad. Es a la vez intimidad y trascendencia; y tarea de sí misma, pues tiene que hacerse día a día según su vocación. Es libertad intrínseca e inseguridad ante la propuesta vocacional. La persona es alguien llamada, vocada, libre; una extraña realidad capaz de vivir una vida ilusionada, una vida siguiendo su vocación. Ser persona es ser siempre capaz de ser más, a través del amor como suprema vocación.En conclusión, Marías nos ha mostrado que la vocación es una categoría integradora de todo su pensar antropológico. El yo, el núcleo de intimidad personal, está llamado a ser otro yo. La vida me invita a conocer esa llamada -la únicamente mía- y a responder ante ella. Tras el análisis antropológico de la persona y su vocación descubrimos que libertad y amor lo impregnan todo: la llamada es amor, mi respuesta libre también ha de serlo. Pero ¿quién me llama?, ¿será otro alguien?; Marías nos abre a la trascendencia al considerar la plausibilidad de la vida perdurable tras la muerte y de la existencia de esa realidad latente, creadora de la persona como máxima innovación de realidad. | es_ES |